“Amor y Muerte en Kok-Usek, un piloto republicano en los gulags de Stalin”

AVIADOR VICENTE MONTEJANO URSS (1)Así titulé el capítulo dedicado a VICENTE MONTEJANO (Madrid, 6 de enero de 1919), uno de los entrevistados de “ATRAPADOS” que me fascinó desde el primer instante. Es la historia de un aviador preso durante dieciséis años en tierras de la Unión Soviética.

En cuanto contacté con su hijo, Luís Montejano, médico de profesión, me encontré con un hombre completamente volcado en el rescate del pasado de su padre, piloto de la Cuarta Expedición de aviadores de la Segunda República a Kirovabad, Azerbaiyán. Las anteriores expediciones habían completado su programa y habían regresado a España para participar en la guerra civil. La última, la cuarta quedó atrapada en la URSS.

Vicente, o Morskoy, su alias soviético que significa ‘marino’, hizo en vano todas las gestiones posibles para dejar la Unión Soviética, pero, junto con otros jóvenes, su insistencia en dejar el país y no participar en el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial terminarían por convertirse en una molestia. Tal afrenta sería castigada con una larga odisea de campos de trabajo forzado entre 1938 y 1954. Sería preso en la cárcel de Novosibirsk, en Siberia Occidental, para luego ser conducido a los campos de Kok-Usek, aledaño a Spassk99 –en Karagandá, exrepública soviética de Kazajstán- y Krasnoyarsk, en Siberia del Este, un campo denominado ‘de reeducación’, donde perdió parte de su mano trabajando en un aserradero.

Sin embargo, existe otra historia de Vicente Montejano, totalmente desconocida, protagonizada por una joven austríaca judía llamada Hansi, con la que mantendría un romance en Kok-Usek, donde permanecería presa hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

“A mi amado ‘Yonji’ le han llevado al campo de prisioneros de Krasnoyarsk, donde debía trabajar en un campo de obligación, en una fábrica de madera con máquinas con cuchillos abiertos, que no tenía seguridad para el trabajador. En una noche, trabajando con una de estas máquinas se cortó tres dedos y medio y una parte de la mano derecha. (…) Hemos pasado mucha hambre, frío y enfermedades, hemos sufrido de la malaria. En la estepa asiática hay muchos ‘Buranes’ un viento muy fuerte  con nieve en el invierno y arena durante el verano. Cuando hay Buran las barracas están completamente tapadas con la nieve y salir es imposible (…) El trabajo está muy pesado y obligado para hombres y mujeres. Hay que hacer la canalización para los campos y muchos otros trabajos en la agricultura y en el campo.    (Carta de Hansi Weissenstein.  Praga, 16 enero 1947)

Escribió esta primera carta una vez libre a los tíos de Vicente, en España. Serían las primeras noticias que recibiría su familia del hijo ‘perdido’ desde el inicio de la operación Barbarroja en la Unión Soviética en 1941. La conexión se había cortado completamente. Hansi, al terminar la guerra quedó libre y partió hacia Europa. Las cartas llegaron a su destino pero jamás volvería a ver a Vicente, quien no regresaría hasta 1954 tras dieciséis años de presidio…Montejano delante avión

En 1937 se presentó voluntario en el Ejército Republicano para luchar en la guerra. Un año más tarde, el 2 de febrero de 1938, con apenas diecinueve años decidió incorporarse a la aviación y estudiar. Efectuó unos exámenes preceptivos para ingresar como alumno-piloto en las Fuerzas Aéreas de la República y tras superarlos fue enviado al complejo de Formación Aeronáutica de Murcia. Sería seleccionado junto con otros compañeros para completar su preparación en la Unión Soviética.

Kirovabad, República de Azerbaiyán

Recibe este nombre desde 1935 hasta 1989 en memoria del lugarteniente de Stalin en Leningrado, Serguei Mirónovich Kóstrikos, conocido con el sobrenombre de Kirov, que fue asesinado en 1934. En este lugar los jóvenes alumnos-piloto tenían que perfeccionar el pilotaje de los aviones. La barrera del idioma tampoco fue un impedimento pues allí, aunque las clases se impartían en ruso, disponían de intérpretes, presentes en todo momento, como Clara Rosen una de las más citadas por los entrevistados de este libro.

-¡Eran los perevodchiki!

-¿Cuáles fueron sus principales camaradas? -Pregunté para conocer a sus  compañeros de vuelo y riesgo.

-El avión –contesta tajante, y ríe-.

Cierto, el avión era el mejor ‘compañero’ de un aviador, lo refrenda también otro entrevistado, Gregorio Gutiérrez ‘Guti’ de la segunda expedición a Kirovabad, quien recuerda la importancia de aunar la pericia de un buen piloto a la destreza de un excelente mecánico. En Kirovabad se formaron pilotos, observadores, ametralladores… El aprendizaje consistía en clases teóricas combinadas con prácticas de vuelo en el avión escuela, un Polikarpov U-2, supervisados siempre por su instructor que, posteriormente asignaba la especialidad de los alumnos: caza con el Polikarpov I-15 o I-16, o bombardeo en dos opciones, los Tupolev SB-2 o los R-5. Conocida es la imagen de un joven Montejano vestido de aviador posando ante un Polikarpov U-2, pero también voló con un R5.

Montejano MoscúSin embargo, Kirovabad posee una cara menos amable con el gobierno de la República y con la cúpula del partido comunista español en aquél país, especialmente tras el final de la guerra civil en España, cuando cogió por sorpresa a los integrantes de la Cuarta Expedición. Cerca de 180 pilotos quedaron atrapados en la URSS.

Rescatando el testimonio del que fuera gran amigo de Montejano y compañero de fatigas por los campos soviéticos, Miguel Velasco Pérez cuenta en su autobiografía ‘Invitado de Honor’ que, tras notificarles el final de la guerra civil en España y, consecuentemente, terminar sus clases en la escuela, las autoridades soviéticas les ofrecieron tres posibilidades: quedarse en calidad de oficiales de la aviación soviética, nacionalizarse en el país y trabajar como ciudadanos en sus fábricas, o marcharse a algún país no afín al fascismo.

Nos quedamos bajo el peso de nuestro pensamiento. ¿Qué hacer? Los tres grupos quedaron bien definidos: la minoría aceptó la responsabilidad de seguir perteneciendo al Arma Aérea soviética en calidad de pilotos –aunque días más tarde les prohibieron seguir volando-. Otros, prefirieron el trabajo en las fábricas, y la mayoría, a la que tuve el orgullo de pertenecer, la de marcharnos al extranjero. Las naciones que podíamos elegir eran Francia y Méjico. (…) Nuestra principal preocupación seguía siendo la de recuperar nuestros pasaportes. Después de algún tiempo y vista su forma de actuar, nos dimos cuenta de que la comisión solo pretendía engañarnos, ya que nunca estuvo en el ánimo de los rusos dejarnos salir del país. El acoso del comisario llegó a ser total. (…)

Unos pocos lograron marcharse del país durante el período del pacto germano soviético (agosto de 1939-junio de 1941), pero posteriormente ya no sería posible. El grupo se fragmentó y Montejano, junto con un grupo de veinticinco alumnos-pilotos se negaron reiteradamente, solicitando su repatriación sistemáticamente.

Su obcecación por marchar les acarreó el calificativo de ‘antisoviéticos’, con el agravante de que en Moscú buscaron el apoyo de varias embajadas de países occidentales. Esta actitud enfureció aún más al gobierno de Stalin, interpretando su gestión y su actitud como una afrenta.

Cuando hablamos de Montejano en la Unión Soviética existe un antes y un después de una fecha: junio de 1941, momento en comenzaron las hostilidades bélicas entre Alemania y la Unión Soviética al romperse el Tratado de no agresión, el pacto Ribbentrop-Mólotov. El 24 de ese mismo mes fueron detenidos y trasladados a Novosibirsk, Siberia Occidental, a tres mil kilómetros al Este de Moscú, donde estarían temporalmente en una cárcel antes de iniciar su peregrinación por el cruel sistema del Gulag soviético. Ni Vicente Montejano  ni Miguel Velasco, autor del siguiente fragmento, sospechaban que allí permanecerían durante largos años y verían morir a algunos de sus compañeros.

Noche del 24 de junio de 1941, reinaba en la casa de descanso un silencio precursor de la tragedia. De madrugada me tocaron y me desperté sobresaltado. De pie ante mí, dos soldados me apuntaban con sus fusiles automáticos -¡Silencio!- me dijeron poniéndome la boca de las armas en el pecho. Uno por uno fuimos levantados del lecho. Nos miramos comprendiéndolo todo y agachamos la cabeza en señal de desaliento (…) Ya en la calle, un doble cordón de soldados formaban hasta el coche celular dejándonos un estrecho pasillo al cual apuntaban todas las bocas de los fusiles.

Fueron detenidos en régimen penitenciario, sin juicio, sin condena, sin los derechos de unos prisioneros de guerra. Nuestro entrevistado insiste:

-Las autoridades rusas decían solamente ‘están aquí por problemas burocráticos’, estábamos presos sin condena y sin juicio. Y el Partido Comunista nunca reconoció que hubo republicanos en la Unión Soviética, ellos son los que ofrecieron nuestras cabezas al gobierno soviético.

El 3 de octubre de 1941 fueron trasladados a 600 kilómetros, a la cárcel de Krasnoyarsk durante dos meses para, luego, ser enviados a un campo de reeducación en el que permanecerían detenidos los siete meses siguientes. Escasa comida, mala higiene, frío siberiano, calor estepario, jornadas de trabajo agotadoras, enfermedades propias de la miseria, este era el día a día para los pilotos y marinos presos. En este campo  de trabajo forzoso había hombres y mujeres, civiles y presos políticos, la mayoría de los cuales fueron empleados en talleres de metal y madera como fue el caso de Vicente. Es aquí donde, en marzo de 1942, sufre un grave accidente en el aserradero en el que trabajaba.

-Perdí más de media mano, la suerte es por donde me la corté, porque aún pude manejar parte de la mano, con el índice y el pulgar, y la cirugía hizo milagros recuperando algún tendón.

En 1942 fue trasladado al campo de Kok-Usek, subsidiario del gran centro de reclusión de Karagandá en el que, como bien explica, confluyeron presos de distintos partidos y grupos sindicales y otros sin afiliación de ningún tipo. Todos terminaron pisando el suelo de este vasto lugar en el que conocería a la austríaca Hansi, judía, presa igual que muchos otros judíos de diversas nacionalidades que también fueron deportados a este campo. El inicio de la guerra les atrapó en la Unión Soviética.

Seis años permaneció Vicente en Kok-Usek, hasta 1948, momento en que es trasladado junto con los demás aviadores hasta Odessa, donde se les promete la libertad si adoptan la nacionalidad soviética. Algunos internados marinos y pilotos aceptaron quedarse y nacionalizarse, pero otros doce, entre los cuales estaba Vicente, reiteraron sus posiciones. Nuevamente serán recluidos. En este momento de su cautiverio coincidirán con los prisioneros de la División Azul, con los que serán repatriados en abril de 1954 a bordo del buque Semiramis que atracará en  Barcelona.

Cincuenta años después

En 2004, a raíz del cincuentenario del regreso del barco Semiramis, el hijo de Vicente, sensibilizado por lo poco que sabía del pasado de su padre y la lectura de aquellas cartas, emprende una mastodóntica tarea. Contacta con entidades, supervivientes, familiares, asociaciones, escribe a diversos diarios, entidades judías, incluso llega a descubrir que Hansi partió en barco hacia Nueva Gales del Sur. Tira del hilo y sigue las pistas. Un día recibe un correo electrónico. Insólito, inesperado. Procede de Canadá: alguien leyó la petición de búsqueda de un médico español y a muchos kilómetros de distancia algunas personas comienzan a moverse para contactar con él. En un entramado difícil de explicar y mucho menos de resumir, Luís descubrirá que rehízo su vida, se trasladó a Australia, se casó con un judío centroeuropeo que, tras servir durante la Segunda Guerra Mundial en los ejércitos británico y estadounidense, también se había exiliado a Australia y tuvieron una hija. Pero lamentablemente, Hansi falleció años atrás. Hoy mantiene una bonita amistad con su viudo y la hija de ambos, a la que conoció en persona en un viaje a Madrid en el que le dio las cartas de su madre. Una de ellas decía:

Hoy, todavía no puedo acostumbrarme en la libertad y estoy con mis pensamientos allí con los que han quedado.   (Hansi Weissenstein)

ATRAPADOS  Libro