ADIÓS AL DEPORTADO ESTEBAN PÉREZ

ESTEBAN PÉREZ PÉREZ (Portillo de Toledo, 1910 – Montséret 2014): EL HOMBRE QUE ELABORÓ COMBUSTIBLE PARA LOS MISILES V1 Y V2 

Hace pocos días ha fallecido Esteban PérEsteban Pérez (4)ez, un personaje peculiar. Le conocí en el año 2009 con motivo de un viaje organizado por la Amical Mauthausen a Austri para la conmemoración de la liberación de los campos de concentración nazis. Él se encargó de depositar la ofrenda de flores en el sarcófago de la Appellplatz de Mauthausen durante la celebración. Aquél día ya me sorprendió. Era un hombre con la mente muy ágil y despierta que explicaba su terrible experiencia mientras visitábamos el campo en compañía de otros dos supervivientes: José Alcubierre, al que también entrevisté en su casa para el libro “Vivos…”, y el ya fallecido Juan Camacho.

Esteban iba acompañado de su inseparable Térèse y hacía gala de un excelente humor, buena memoria y una salud física envidiable. Cantaba, recitaba poemas, incluso marcaba algunos pasos de baile… pero en el instante de la ceremonia en memoria de los fallecidos, su semblante cambió totalmente, se sumergió en un silencio absoluto y, al compás de la música que sonaba por todo el campo, efectuó la ofrenda floral con profundo sentimiento. No podía ser de otra forma, allí uno se impregna totalmente del dolor ajeno.Exif_JPEG_PICTURE

La segunda vez que hablé con él fue cuando le visité en su casa de Montséret, en Narbonne, un lugar tranquilo, lejos del bullicio. Fui allí para entrevistarle, en diciembre de 2009. Y, por supuesto, también estaba Térèse. Fuimos a comer y luego charlamos durante horas. Resultaba divertido cómo entremezclaba el español con el francés mientras recordaba sus cualidades de poeta. Allí, en el salón, me llamó la atención una poesía enmarcada que había escrito a su esposa cinco días después de la liberación de Mauthausen y una fotografía suya enmarcada en la pared, vestido con el traje de rayas. Fue tomada tras la liberación, en Créteil, en uno de los centros de reposo que atendieron a los deportados para restablecerse de toda aquella masacre.

Me dijo que también guardaba el traje, pero aquél día decidió ponerse una bufanda de rayas y mostrar las medallas concedidas al mérito por el gobierno francés y la cruz de antiguos combatientes. Así le fotografié.

Esteban luchó durante la Guerra Civil, sufrió graves heridas, cruzó la frontera de Francia en Febrero de 1939, inició su peregrinaje por tres campos franceses (Barcares, Saint-Cyprien y Argêlers), trabajó en la Línea Maginot, fue capturado por las tropas alemanas en mayo de 1940, conducido a un campo de prisioneros de guerra (Stalag XVII-B) y, finalmente, transportado al campo nazi de Mauthausen para luego trabajar en las fábricas de Steyr y Redl-Zipf.

Es un largo recorrido intentado evitarExif_JPEG_PICTURE la muerte a diario y más de diez años de lucha y combate, desde el inicio de la Guerra Civil en 1936 hasta la liberación de los campos al final de la II Guerra Mundial en mayo de 1945. Todo esto para luego no poder regresar a España y tener que reinventarse en Francia, país que acogió a la mayoría de españoles que no volvieron por temor a represalias franquistas.

Sin embargo él lo cuenta todo con la tranquilidad del transcurrir de los años. Tan sólo se emociona visiblemente al recordar a un coronel médico de la enfermería, un checo que le salvó la vida. Le alertó de no pisar la enfermería aún estando enfermo bajo riesgo de ser eliminado por una de las inyecciones letales aplicadas a los presos debilitados.

-La piqûre, la piqûre….-reiteró varias veces con voz entrecortada al borde del llanto…

La inyección era una de tantas formas de matar existentes en los campos nazis. Ahorcamientos, fusilamientos, palizas, ataques de perros, duchas de agua helada, experimentos médicos, cámara de gas… En Mauthausen fue muy popular Airbert Heim, conocido como Doctor Muerte, que llevó a cabo numerosos experimentos médicos con los presos durante su estancia en el campo, entre el 8 de octubre y el 29 de noviembre de 1941. Fue uno de los médicos más crueles del III Reich, al igual que Eduard Krebsbach, jefe de los SS médicos que llegó al campo a mediados de 1941 hasta 1943 y sería el iniciador de la matanza masiva de presos por inyección letal.camara de gas

Esteban logro evadir “la piqûre” y, una vez recuperado, tuvo un nuevo destino, el komando Schlier, en Redl-Zipf, donde se fabricaba combustible para los misiles V1 y V2.

Su narración era impactante. Me alegro de haberle conocido e incluir su relato junto con otros veinte entrevistados en “Vivos en el averno nazi”.

Ahora que su voz se ha apagado, recuerdo que cuando estuve en su casa me preguntó por otros deportados. Uno de ellos, con el que habíamos viajado a Mauthausen, era Juan Camacho. Le dije que había fallecido, algo que le entristeció profundamente. Se quedó en silencio unos segundos, pensativo, luego me miró me dijo:

-Ya no quedamos casi ninguno ¿c’est vrai?

Cierto, es inevitable. Pero lo peor es el olvido….

Anochecía en Montséret, era hora de partir. Esteban se levantó de la silla para acompañarme al coche y evitar que regresara de noche:

-¡Allez, allez, partez vite à l’Espagne! C’est un long chemin….

Esteban Pérez (2)Es la última imagen que tengo de él y de Térèse, despidiéndonos cariñosamente tras pasar una jornada conversando de un pasado no tan lejano. Mientras, reflexioné sobre el instinto de superación y supervivencia de aquellas personas que han vivido años de lucha, guerra, torturas y han sufrido en silencio el olvido de la sociedad.