«ATRAPADOS Guerra Civil y represión» Hablan las Víctimas.

iños de la guerra, aviadores de la II República, presos de las cárceles franquistas, maquis, cartógrafos, militares, milicianas…. Recuerdan la Guerra Civil. Algunos también la II Guerra Mundial, como Teresa Alonso, atrapada en el Sitio de Leningrado durante el peor momento del asedio nazi.  Breve fragmento de video con: Marià Gadea, Enric Pubill, Manuel Arce, Miguel de Miguel, Gregorio Gutiérrez ‘Guti’, Alejandra Soler, Marcos Ana…

 

Nueva edición de ATRAPADOS. Guerra civil y represión (Editorial Crítica)

ATRAPADOSAtrapados Def

de Montserrat Llor

Prólogo de Ángel Viñas

(Editorial Crítica)

» En la plaza había mucha gente, decían ‘¡hay que ir a OLYMPUS DIGITAL CAMERAluchar a defender la república!’. Eran voluntarios, no importaba hombres o mujeres, porque las mujeres podían cocinar, trabajar en hospitales… Entonces vi a una se apuntaba porque le habían matado al hijo. Dije ‘yo voy también’ y mi hermana y mi hermano… y nos montamos en un camión para ir a la guerra…(…) Tenía que llevar de comer a los milicianos a las trincheras, en el frente, que es donde estábamos. Nos tiraban bombas por todos lados, las oías silbar… Yo tuve suerte, pero a una amiga una bala la traspasó la columna vertebral, la dejó unos días sufriendo y al final murió. Comenzamos a ver muertos y crímenes atroces. Al principio nos pasábamos el día corriendo, una camioneta nos recogió a los que nos apuntábamos para defender la República, teníamos que buscar rápido donde dormir, se formaron los batallones, todo… Más tarde me detuvieron. La cárcel fue horrible, la Modelo de Oviedo, el penal de Saturrarán… Me impresionó y me dolió mucho una noche cuando sacaron a fusilar a una madre con una hija, eso me marcó mucho…(llora). Dormíamos, o eso intentábamos, cuando de repente se escucha aquella puerta, aquella llave de hierro girar, unos pasos avanzan, se paran, llamaban sus nombres y las veías salir de frente. Es que eso se queda… ¡Salían con tanta resignación! Luego nos enteramos de que habían sacado a dos hijos con ella. A las condenadas las venían a buscar a las cuatro de la madrugada, hombres había camiones llenos….» (Testimonio de Ángeles Flórez Peón, ‘Maricuela’)

Este es uno de los quince estremecedores relatos recopilados, cámara y grabadora en mano de la autora de “Atrapados” (editorial Crítica). Todos los testimonios constituyen un homenaje a las víctimas de la Guerra Civil, a aquellos que sufrieron la derrota y sus consecuencias, principalmente por Tierra, por Mar y por Aire, las tres vías de ataque y defensa en un conflicto armado. Reviven su pasado y cuentan cómo se vieron atrapados entre dos guerras, primero la Guerra Civil en España (1936-1939) y, posteriormente, la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

POR TIERRA. Hablan los jóvenes que estuvieron en el frente, guerrilleros, milicianas, personas todas ellas que combatieron el fascismo arriesgando sus vidas. Tras la derrota no tuvieron más opción que el exilio o la cárcel y los campos de concentración en España. Es el caso de Ángeles Flórez Peón, conocida como ‘Maricuela’ (Blimea -San Martín del Rey Aurelio-, Asturias, noviembre de 1918), cocinera y enfermera durante la guerra, activa en la retaguardia, pero también en el frente.

POR  AIRE.  Los  protagonistas  son  los  últimos  aviadores  aún vivos de  la SegundaAVIADOR VICENTE MONTEJANO URSS (1) República, auténticos ases de la aviación. Unos  surcaban  los  cielos  de  España; otros, pertenecieron al cuerpo de tierra de la aviación republicana desempeñando su trabajo como mecánicos o fotógrafos-interpretadores. Cerca de 500 jóvenes pilotos partieron a Kirovabad, Azerbaiyán, en sucesivas expediciones para formarse con aviones de la Unión Soviética. Algunos terminarían atrapados en la URSS, incorporándose en el  Ejército  Rojo en su lucha contra el enemigo nazi durante la Segunda Guerra Mundial, o cautivos en los gulags de Stalin. Este último fue el caso del aviador Vicente Montejano Moreno (Madrid, 6 de enero de 1919), preso durante dieciséis años los campos de Kok-Usek, aledaño a Spassk99 –en Karagandá, ex república soviética de Kazajstán- y Krasnoyarsk, en Siberia del Este, un campo denominado ‘de reeducación’, donde perdió parte de su mano trabajando en un aserradero.

Teresa Alonso (13)POR  MARLas grandes e inocentes víctimas de la guerra civil en España fueron los «Niños de la Guerra«, aquellos menores que,  para salvarles de  la violencia del conflicto,  sus  familiares  les  embarcaron  rumbo  a otros países, entre ellos el Méjico de Lázaro Cárdenas o  la Unión  Soviética  de Iósif Stalin.  A bordo del barco Sontay llegarían más de tres mil niños a la URSS. Nada sabían de la existencia de gulags y nada les hacía suponer que vivirían pocos años después un conflicto aún más cruel con el desencadenamiento por parte de Hitler de la operación Barbarroja, la invasión del ejército alemán en el vasto territorio de la Unión Soviética. Algunos protagonistas del libro vivieron la Batalla de Stalingrado y sobrevivieron a la crueldad del Sitio de Leningrado (1941-1944)Teresa Alonso (10), la actual San Petersburgo, viviendo allí el peor momento, en pleno invierno, cuando el cerco alemán se había completado y los accesos vitales de la ciudad estaban cortados

Los quince entrevistados de “Atrapados”, hoy, nonagenarios e incluso centenarios, poseen una maravillosa capacidad de recordar, quieren retroceder en el tiempo y contar, mostrar sus archivos, documentos y fotografías. Los suyos son relatos de guerra, pero también y fundamentalmente son historias de excepcional capacidad de supervivencia durante la guerra, de resistencia en la posguerra y de subsistencia durante muchos años.

Atrapados. Libro de editorial Crítica-grupo Planeta

“Amor y Muerte en Kok-Usek, un piloto republicano en los gulags de Stalin”

AVIADOR VICENTE MONTEJANO URSS (1)Así titulé el capítulo dedicado a VICENTE MONTEJANO (Madrid, 6 de enero de 1919), uno de los entrevistados de “ATRAPADOS” que me fascinó desde el primer instante. Es la historia de un aviador preso durante dieciséis años en tierras de la Unión Soviética.

En cuanto contacté con su hijo, Luís Montejano, médico de profesión, me encontré con un hombre completamente volcado en el rescate del pasado de su padre, piloto de la Cuarta Expedición de aviadores de la Segunda República a Kirovabad, Azerbaiyán. Las anteriores expediciones habían completado su programa y habían regresado a España para participar en la guerra civil. La última, la cuarta quedó atrapada en la URSS.

Vicente, o Morskoy, su alias soviético que significa ‘marino’, hizo en vano todas las gestiones posibles para dejar la Unión Soviética, pero, junto con otros jóvenes, su insistencia en dejar el país y no participar en el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial terminarían por convertirse en una molestia. Tal afrenta sería castigada con una larga odisea de campos de trabajo forzado entre 1938 y 1954. Sería preso en la cárcel de Novosibirsk, en Siberia Occidental, para luego ser conducido a los campos de Kok-Usek, aledaño a Spassk99 –en Karagandá, exrepública soviética de Kazajstán- y Krasnoyarsk, en Siberia del Este, un campo denominado ‘de reeducación’, donde perdió parte de su mano trabajando en un aserradero.

Sin embargo, existe otra historia de Vicente Montejano, totalmente desconocida, protagonizada por una joven austríaca judía llamada Hansi, con la que mantendría un romance en Kok-Usek, donde permanecería presa hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

“A mi amado ‘Yonji’ le han llevado al campo de prisioneros de Krasnoyarsk, donde debía trabajar en un campo de obligación, en una fábrica de madera con máquinas con cuchillos abiertos, que no tenía seguridad para el trabajador. En una noche, trabajando con una de estas máquinas se cortó tres dedos y medio y una parte de la mano derecha. (…) Hemos pasado mucha hambre, frío y enfermedades, hemos sufrido de la malaria. En la estepa asiática hay muchos ‘Buranes’ un viento muy fuerte  con nieve en el invierno y arena durante el verano. Cuando hay Buran las barracas están completamente tapadas con la nieve y salir es imposible (…) El trabajo está muy pesado y obligado para hombres y mujeres. Hay que hacer la canalización para los campos y muchos otros trabajos en la agricultura y en el campo.    (Carta de Hansi Weissenstein.  Praga, 16 enero 1947)

Escribió esta primera carta una vez libre a los tíos de Vicente, en España. Serían las primeras noticias que recibiría su familia del hijo ‘perdido’ desde el inicio de la operación Barbarroja en la Unión Soviética en 1941. La conexión se había cortado completamente. Hansi, al terminar la guerra quedó libre y partió hacia Europa. Las cartas llegaron a su destino pero jamás volvería a ver a Vicente, quien no regresaría hasta 1954 tras dieciséis años de presidio…Montejano delante avión

En 1937 se presentó voluntario en el Ejército Republicano para luchar en la guerra. Un año más tarde, el 2 de febrero de 1938, con apenas diecinueve años decidió incorporarse a la aviación y estudiar. Efectuó unos exámenes preceptivos para ingresar como alumno-piloto en las Fuerzas Aéreas de la República y tras superarlos fue enviado al complejo de Formación Aeronáutica de Murcia. Sería seleccionado junto con otros compañeros para completar su preparación en la Unión Soviética.

Kirovabad, República de Azerbaiyán

Recibe este nombre desde 1935 hasta 1989 en memoria del lugarteniente de Stalin en Leningrado, Serguei Mirónovich Kóstrikos, conocido con el sobrenombre de Kirov, que fue asesinado en 1934. En este lugar los jóvenes alumnos-piloto tenían que perfeccionar el pilotaje de los aviones. La barrera del idioma tampoco fue un impedimento pues allí, aunque las clases se impartían en ruso, disponían de intérpretes, presentes en todo momento, como Clara Rosen una de las más citadas por los entrevistados de este libro.

-¡Eran los perevodchiki!

-¿Cuáles fueron sus principales camaradas? -Pregunté para conocer a sus  compañeros de vuelo y riesgo.

-El avión –contesta tajante, y ríe-.

Cierto, el avión era el mejor ‘compañero’ de un aviador, lo refrenda también otro entrevistado, Gregorio Gutiérrez ‘Guti’ de la segunda expedición a Kirovabad, quien recuerda la importancia de aunar la pericia de un buen piloto a la destreza de un excelente mecánico. En Kirovabad se formaron pilotos, observadores, ametralladores… El aprendizaje consistía en clases teóricas combinadas con prácticas de vuelo en el avión escuela, un Polikarpov U-2, supervisados siempre por su instructor que, posteriormente asignaba la especialidad de los alumnos: caza con el Polikarpov I-15 o I-16, o bombardeo en dos opciones, los Tupolev SB-2 o los R-5. Conocida es la imagen de un joven Montejano vestido de aviador posando ante un Polikarpov U-2, pero también voló con un R5.

Montejano MoscúSin embargo, Kirovabad posee una cara menos amable con el gobierno de la República y con la cúpula del partido comunista español en aquél país, especialmente tras el final de la guerra civil en España, cuando cogió por sorpresa a los integrantes de la Cuarta Expedición. Cerca de 180 pilotos quedaron atrapados en la URSS.

Rescatando el testimonio del que fuera gran amigo de Montejano y compañero de fatigas por los campos soviéticos, Miguel Velasco Pérez cuenta en su autobiografía ‘Invitado de Honor’ que, tras notificarles el final de la guerra civil en España y, consecuentemente, terminar sus clases en la escuela, las autoridades soviéticas les ofrecieron tres posibilidades: quedarse en calidad de oficiales de la aviación soviética, nacionalizarse en el país y trabajar como ciudadanos en sus fábricas, o marcharse a algún país no afín al fascismo.

Nos quedamos bajo el peso de nuestro pensamiento. ¿Qué hacer? Los tres grupos quedaron bien definidos: la minoría aceptó la responsabilidad de seguir perteneciendo al Arma Aérea soviética en calidad de pilotos –aunque días más tarde les prohibieron seguir volando-. Otros, prefirieron el trabajo en las fábricas, y la mayoría, a la que tuve el orgullo de pertenecer, la de marcharnos al extranjero. Las naciones que podíamos elegir eran Francia y Méjico. (…) Nuestra principal preocupación seguía siendo la de recuperar nuestros pasaportes. Después de algún tiempo y vista su forma de actuar, nos dimos cuenta de que la comisión solo pretendía engañarnos, ya que nunca estuvo en el ánimo de los rusos dejarnos salir del país. El acoso del comisario llegó a ser total. (…)

Unos pocos lograron marcharse del país durante el período del pacto germano soviético (agosto de 1939-junio de 1941), pero posteriormente ya no sería posible. El grupo se fragmentó y Montejano, junto con un grupo de veinticinco alumnos-pilotos se negaron reiteradamente, solicitando su repatriación sistemáticamente.

Su obcecación por marchar les acarreó el calificativo de ‘antisoviéticos’, con el agravante de que en Moscú buscaron el apoyo de varias embajadas de países occidentales. Esta actitud enfureció aún más al gobierno de Stalin, interpretando su gestión y su actitud como una afrenta.

Cuando hablamos de Montejano en la Unión Soviética existe un antes y un después de una fecha: junio de 1941, momento en comenzaron las hostilidades bélicas entre Alemania y la Unión Soviética al romperse el Tratado de no agresión, el pacto Ribbentrop-Mólotov. El 24 de ese mismo mes fueron detenidos y trasladados a Novosibirsk, Siberia Occidental, a tres mil kilómetros al Este de Moscú, donde estarían temporalmente en una cárcel antes de iniciar su peregrinación por el cruel sistema del Gulag soviético. Ni Vicente Montejano  ni Miguel Velasco, autor del siguiente fragmento, sospechaban que allí permanecerían durante largos años y verían morir a algunos de sus compañeros.

Noche del 24 de junio de 1941, reinaba en la casa de descanso un silencio precursor de la tragedia. De madrugada me tocaron y me desperté sobresaltado. De pie ante mí, dos soldados me apuntaban con sus fusiles automáticos -¡Silencio!- me dijeron poniéndome la boca de las armas en el pecho. Uno por uno fuimos levantados del lecho. Nos miramos comprendiéndolo todo y agachamos la cabeza en señal de desaliento (…) Ya en la calle, un doble cordón de soldados formaban hasta el coche celular dejándonos un estrecho pasillo al cual apuntaban todas las bocas de los fusiles.

Fueron detenidos en régimen penitenciario, sin juicio, sin condena, sin los derechos de unos prisioneros de guerra. Nuestro entrevistado insiste:

-Las autoridades rusas decían solamente ‘están aquí por problemas burocráticos’, estábamos presos sin condena y sin juicio. Y el Partido Comunista nunca reconoció que hubo republicanos en la Unión Soviética, ellos son los que ofrecieron nuestras cabezas al gobierno soviético.

El 3 de octubre de 1941 fueron trasladados a 600 kilómetros, a la cárcel de Krasnoyarsk durante dos meses para, luego, ser enviados a un campo de reeducación en el que permanecerían detenidos los siete meses siguientes. Escasa comida, mala higiene, frío siberiano, calor estepario, jornadas de trabajo agotadoras, enfermedades propias de la miseria, este era el día a día para los pilotos y marinos presos. En este campo  de trabajo forzoso había hombres y mujeres, civiles y presos políticos, la mayoría de los cuales fueron empleados en talleres de metal y madera como fue el caso de Vicente. Es aquí donde, en marzo de 1942, sufre un grave accidente en el aserradero en el que trabajaba.

-Perdí más de media mano, la suerte es por donde me la corté, porque aún pude manejar parte de la mano, con el índice y el pulgar, y la cirugía hizo milagros recuperando algún tendón.

En 1942 fue trasladado al campo de Kok-Usek, subsidiario del gran centro de reclusión de Karagandá en el que, como bien explica, confluyeron presos de distintos partidos y grupos sindicales y otros sin afiliación de ningún tipo. Todos terminaron pisando el suelo de este vasto lugar en el que conocería a la austríaca Hansi, judía, presa igual que muchos otros judíos de diversas nacionalidades que también fueron deportados a este campo. El inicio de la guerra les atrapó en la Unión Soviética.

Seis años permaneció Vicente en Kok-Usek, hasta 1948, momento en que es trasladado junto con los demás aviadores hasta Odessa, donde se les promete la libertad si adoptan la nacionalidad soviética. Algunos internados marinos y pilotos aceptaron quedarse y nacionalizarse, pero otros doce, entre los cuales estaba Vicente, reiteraron sus posiciones. Nuevamente serán recluidos. En este momento de su cautiverio coincidirán con los prisioneros de la División Azul, con los que serán repatriados en abril de 1954 a bordo del buque Semiramis que atracará en  Barcelona.

Cincuenta años después

En 2004, a raíz del cincuentenario del regreso del barco Semiramis, el hijo de Vicente, sensibilizado por lo poco que sabía del pasado de su padre y la lectura de aquellas cartas, emprende una mastodóntica tarea. Contacta con entidades, supervivientes, familiares, asociaciones, escribe a diversos diarios, entidades judías, incluso llega a descubrir que Hansi partió en barco hacia Nueva Gales del Sur. Tira del hilo y sigue las pistas. Un día recibe un correo electrónico. Insólito, inesperado. Procede de Canadá: alguien leyó la petición de búsqueda de un médico español y a muchos kilómetros de distancia algunas personas comienzan a moverse para contactar con él. En un entramado difícil de explicar y mucho menos de resumir, Luís descubrirá que rehízo su vida, se trasladó a Australia, se casó con un judío centroeuropeo que, tras servir durante la Segunda Guerra Mundial en los ejércitos británico y estadounidense, también se había exiliado a Australia y tuvieron una hija. Pero lamentablemente, Hansi falleció años atrás. Hoy mantiene una bonita amistad con su viudo y la hija de ambos, a la que conoció en persona en un viaje a Madrid en el que le dio las cartas de su madre. Una de ellas decía:

Hoy, todavía no puedo acostumbrarme en la libertad y estoy con mis pensamientos allí con los que han quedado.   (Hansi Weissenstein)

ATRAPADOS  Libro

ATRAPADOS. “Los muertos transitaban bajo el hielo soviético de Leningrado, los vivos comían carne humana”

ATRAPADOS.  La guerra civil y sus consecuencias por Tierra, Mar y Aire.  (Editorial Crítica)

Los muertos transitaban bajo el hielo soviético de Leningrado, los vivos comían carne humana”.  Teresa Alonso Gutiérrez (San Sebastián, 18 de marzo de 1925)

Teresa Alonso (13)El testimonio de esta “niña de dos guerras” como ella se define, Teresa Alonso, es tan intenso que lo escribí, de pura pasión y sentimiento, de un tirón. Fueron varios días de entrevistas y múltiples visitas que se han transformado en una buena amistad con esta mujer de 92 años, fuerte y valiente.

Escucharla es estremecerse, entrar en las venas de la Unión Soviética de Stalin y, especialmente, en el horror cotidiano en el Sitio de Leningrado. Teresa Alonso llegó al país con doce años, en 1937, huyendo de la guerra civil en España, estudió en una casa de niños de Kiev, después en una escuela de segunda enseñanza, aprendió el idioma, compartió su cultura, se impregnó de su alma. Mil quinientos niños en su expedición, llegaron a ser más de tres mil, vivió durante veinte años en aquellas tierras antes de regresar a una España desconocida para ella. Eran los hijos adoptivos del Teresa Alonso (17)pueblo soviético….

Pero la vida idílica de los primeros años de amistad y aprendizaje se truncó con el ataque de las fuerzas del Reich en la URSS, segunda guerra mundial, operación Barbarroja, en su intento de conquistar Leningrado, la actual San Petersburgo. Entre el 8 de septiembre de 1941 y el 27 de enero de 1944, los casi novecientos días de horror, exactamente 872, y más de cien mil bombas costaron la vida a cerca de un millón de personas.

Teresa Alonso (2) Teresa Alonso (3)Nuestra protagonista estuvo allí, vivió el peor momento, el invierno de 1941-1942, cuando el cerco alemán se había completado y los accesos vitales de Leningrado estaban cortados, sin comida, ni agua corriente, ni electricidad, ni transporte público…Teresa decidió participar, estuvo en el frente, también en la retaguardia. Hacía barricadas, cavaba trincheras, ayudaba a los moribundos, auxiliaba a la gente, formaba parte de una brigada sanitaria, fabricaba material de guerra….siempre evadiendo las bombas y los morteros que caían por doquier reventando la ciudad de Leningrado y vidas humanas. Con el bloqueo y los más de treinta y tantos grados bajo cero se desbordaron el hambre, la muerte y la desesperación de la población. Por haber estado en el Sitio, por haber participado como voluntaria en las brigadas del Komsomol recibió finalmente un homenaje. En honor a la defensa de Leningrado, reza una inscripción, pero la distinción recibida es el reconocimiento a un arduo trabajo de humanidad, respeto y dignidad.

ATRAPADOS  LibroATRAPADOS entre dos guerras. Capítulo 18. Testimonios Por Mar, los niños de la guerra en la URSS:

 

 

NOS DEJA LÉON ARDITTI, EL HOMBRE QUE SOBREVIVIÓ A AUSCHWITZ-MONOWITZ

Exif_JPEG_PICTUREA punto de cumplir los cien años nos ha dejado el sefardita Léon Arditti, el hombre que sobrevivió a La Buna, la fábrica de la muerte de Auschwitz Monowitz, el autor de un precioso libro: Vouloir Vivre (Querer Vivir) de editorial L’Harmattan. Lo he sabido por su hijo, Jean-Pierre Hardy, notablemente emocionado, que es quien ha vivido siempre muy de cerca la historia de su padre.

Léon Arditti (Bulgaria, mayo de 1916 – Mouans Sartoux, 16 de febrero de 2016) escribió su terrible experiencia en el campo de exterminio a inicios de la década de los ochenta, cuarenta años después del Holocausto. Nadie puede predecir cuánto dura el silencio y cuando se despierta la necesidad de hablar, de contar. Él lo hizo al escribir Vouloir Vivre, donde narra su experiencia en el campo de la muerte de la Alta Silesia y donde aparece el poema Tranche de vie, escrito en 1981 por su hermano Oscar, cinco años mayor, con el que llegó a Auschwitz.

Nacido en Bulgaria, nacionalizado francés, con raíces judío españolas, le recuerdo como Exif_JPEG_PICTUREun hombre tolerante, culto y reflexivo, poseedor de un tono irónico peculiar. Me facilitó su contacto el publicista Luís Bassat, con quien coincidí en un viaje al campo de Mauthausen, hombre comprometido con todo lo referente al holocausto pues su familia vivió también el horror de la deportación. Él y Léon son parientes lejanos y tuvieron siempre una excelente relación de amistad y afecto.

Los dos días que estuve en su casa para entrevistarle e incluir su experiencia en el libro que para entonces escribía “Vivos en el averno nazi” (Editorial Crítica, 2014), hablamos de un pasado que aún tenía registrado a fuego en su mente y grabado en su antebrazo, su número de deportado. Siempre contaba que logró sobrevivir gracias a la férrea educación recibida por sus padres y al apoyo recibido por su hermano Óscar con quien llegó al campo nazi, pero también por su astucia, su actitud mental y sus ganas de vivir.

Oscar, falleció en el año 2003, pero en la casa de Léon permanece su recuerdo y un bonito dibujo de su rostro realizado, hace ya bastantes años, por su nieto, el artista Jeremie Setton.Exif_JPEG_PICTURE

Los nazis sesgaron la vida de su hermana Ida, la de su sobrino Jacques, con tan sólo 14 años, y la de su padre Salomón, un rumano residente en Bulgaria que se trasladó a París en 1940, poco antes de la ocupación nazi de Francia, para estar al lado de sus hijos. Todos, incluidos Léon y su hermano Oscar, fueron enviados a Auschwitz. Sólo regresaron con vida los dos hermanos.

Drancy, Auschwitz, Gleiwitz, Osterrode, Günzerrode y Dora-Mittelbau son los campos que componen el peregrinaje de los hermanos Arditti en Francia, Polonia y Alemania. En algunos fueron de paso, pero el gran terror fue su estancia en Auschwitz III Monowitz. En este mismo lugar fueron deportados conocidos nombres del mundo literario como son el escritor italiano de origen judío sefardí Primo Levi o incluso el escritor húngaro de nacionalidad rumana Elie Wiesel, con quien compartieron block, la barraca 30, aunque no lo supieron hasta después de la liberación

Léon Arditti sobrevivió en Auschwitz a 40º bajo cero, escapó a los más duros trabajos, a las temidas “selecciones” para las cámaras de gas, a las marchas de la muerte, al hambre, la disentería, los golpes de schlague propinados por los SS y, hacia el final de la guerra, en un traslado a otros campos, consiguió evadirse al ocultarse en un conducto de ventilación escapando a una muerte segura. En el último campo que pisó, Dora-Mittelbau, llevó a cabo la esperpéntica tarea de trasladar a diario los cadáveres de los presos que agonizaban en la enfermería hasta el crematorio. Se palpaba una libertad inminente y, sin embargo, muchos seguían muriendo en aquél dramático submundo nazi.
Contaba así uno de los peores momentos, el adiós a su padre (Extracto de “Vivos en el averno nazi”):

-Nos hicieron partir de Drancy en formación hasta el tren. ¡Snell! Snell! Gritaban todo el rato. Llegamos hasta unos trenes de madera donde podía leerse en letras blancas “40 hombres-8 caballos”. De repente oímos aufsteigen! (suban!)- gritaban otra vez… Eran trenes de ganado. Ayudamos a subir a mi padre, que ya le dolían las rodillas… En el interior todo era oscuridad, entraba mucha gente, nos íbamos apretando, casi sin respirar, teníamos miedo, estaba todo sucio, sólo entraba aire a través de una pequeña rendija de unos pocos centímetros y nos pusieron un viejo cubo de metal que sería la letrina para todos. De repente la puerta se cerró con golpes y oímos el ruido metálico del cierre. Escuchamos sonido de metralleta y más gritos. Vociferaban como locos. Alguien dentro del vagón que sabía alemán nos dijo que gritaban que no intentáramos evadirnos porque nos fusilarían a todos.

Fueron dos días de miedo, desconcierto y pánico. Llegaron el 20 de diciembre de 1943 a una estación desconocida. Al abrir las puertas de aquél infecto vagón pudieron ver su localización. En un rótulo estaba escrito: “Auschwitz”.

Tiene muy grabada en su mente la llegada a la estación, con el suelo blanco cubierto de nieve, los uniformes de los SS por un lado, los hombres esqueléticos vestidos con un traje o pijama de rayas por otro, gritos, ruido, muchedumbre, nervios, unos corriendo, otros cayéndose al suelo, empujones… Era la antesala de lo que les esperaba. A la llegada, en medio de aquél inmenso caos, los SS separaban a hombres de mujeres y a enfermos con ancianos.

-Todo el rato gritaban lo mismo ¡Raus raus, schnell, schnell!, eso no era un sonido humano, no era normal. Yo oía esto por primera vez en mi vida. Era una forma deshumana de los nazis. Gritos salvajes. Nos despojaron de todo, relojes y cualquier cosa bajo la amenaza de ser fusilados, y también nos obligaron a dejar las maletas en el vagón. Bajando del tren encontré a un amigo que no había visto desde hacía años y hablaba judío español. Este amigo, preso también, estaba destinado a coger las maletas de los otros presos que bajaban del tren, estaba a mi lado y escuché que decía ‘los camiones que ves allí enfrente jamás subas allí!!’ ¿Por qué? –le pregunté- ‘Idiota esto es para ir a la chambre à Gaz tout de suite’. Por primera vez oía la palabra cámara de gas. Y en aquél minuto exactamente, vi a mi padre, con las rodillas muy mal, con mucha dificultad, subiendo cómo podía a ese maldito camión. Mi hermano Oscar y yo supimos que no podíamos hacer nada. Nos cogimos las manos fuertemente y dijimos adiós a mi padre en la distancia, en silencio: ‘adiós papá, adiós’. Él no nos veía porque había mucha gente en la estación, estaba a unos doscientos metros y reinaba un caos completo. A mi hermana la pusieron en la fila de mujeres y ya no lo vimos nunca más.

El 11 de abril de 1945 llegaron los americanos al campo. Llegó la liberación. Trauma, silencio y exilio interior, es algo común en los supervivientes en el proceso del Retorno. En el caso de Léon, pasaría mucho tiempo sin poder hablar de ello, durante muchos años.

-No hablé durante 35 o 40 años. Pero un día, en el año 1978-1979 o antes, me levantó de dormir y le dije a mi mujer debo de hablar y lo grabé todo durante dos días enteros. Fue así, de repente sentí una enorme necesidad interior. Pero con mi familia hablé poco o nada de ello. Faltaban mi papá, mi hermana y mi sobrino, que jamás volverían. Era muy doloroso. Ni siquiera lo hablé con mi hermano. Con mi hermano estaba todo visto, vivido, y con mi familia qué les iba a contar ya…. Pensaba, ¿quién me puede comprender? Si se lo digo a mi madre que sabe que nunca miento, sabe que es verdad, pero cómo va a comprender tal barbaridad. No puede. Un humano no comprende lo que es deshumano. Aquello fue deshumano completaExif_JPEG_PICTUREmente”.

Vivió con este estigma a cuestas, pero también con una increíble capacidad de perdonar. En innúmeras ocasiones de nuestras conversaciones medio en español medio en francés, hacía gala de su buen humor y su excelente memoria.

Hace dos años, llamé a Luís Bassat para preguntarle por Arditti. Me respondió que aún tenía una gran memoria, que a sus más de 97 años decía ‘no hay día que no me acuerde de aquello’.

Ha pasado el tiempo e irremediablemente, Arditti nos ha dejado. Aun así, su hijo Jean-Pierre, que forma parte de una asociación judío-española llamada “Nuestros Desaparecidos”, dice que a pesar de la débil salud que tuvo los dos últimos dos años, cuando alguien le preguntaba ‘¿cómo va todo?’, él siempre respondía: ‘maravillosamente bien’. Ese es Léon Arditti.

Libro “Mujeres y memoria. Exilios y silencios en el siglo XX”

Mujeres y MemoriaLa violencia sufrida por las mujeres en distintos conflictos del siglo XX, su silencio, la transmisión del trauma y su superación. Esta es la temática que aborda “Mujeres y memoria. Exilios y silencios en el siglo XX” (Ed. Catriel), un libro coordinado por Maria José Palma Borrego.

En la presentación (noviembre de 2014) participó Maria Luisa Fernández, más conocida por Libertad Fernández, que nació durante la Guerra Civil, sufrió el día a día junto con su madre en los campos franceses de Magnac-Laval, Gurs y Rivesaltes y, tras la liberación de la Segunda Guerra Mundial, vivió el exilio en México.

“Mujeres y Memoria” es el resultado de la inquietud de cinco mujeres –psicoanalistas, psicólogas, educadoras y la periodista aquí presente- por todo lo referente a la Memoria Histórica. Nos conocimos en distintos eventos en el año 2010 y comenzamos a reunirnos un sábado al mes hasta organizar en 2011, gracias al Instituto de la Mujer de entonces, lo que serían las “I Jornadas Memoria y Trauma” donde impartimos diversas conferencias. Allí contamos con la fantástica aportación, entre otras/otros colaboradores, de la psicóloga clínica Anna Miñarro y de la escritora-traductora Janine Altounian, quien nos habló de la catástrofe psíquica individual y colectiva del Genocidio armenio, así como la terrible experiencia de su familia.

Fue muy interesante conocerlas y hablar del trauma de los españoles supervivientes de los campos de concentración nazis, los mismos a los que entrevisté y visité para el libro “Vivos en el averno nazi” (ed. Crítica).